
El compromiso es de todos, dicha frase debería asumirse conscientemente por la familia, el gobierno y los profesores ante el peligro de extinción de niños lectores. Así como los osos polares, cada día son menos los niños que toman un libro para leer un poco de geografía, magia o los tesoros del pirata.
La computadora, el PlayStation, el X-box, el Nintendo (Wii), han formado parte importante en la vida cotidiana de los pequeños. Las imágenes de campos de fútbol soccer, de carros que son perseguidos, o incluso de guerras; involucran al infante haciéndolo protagonista.
El mismo universo de la imagen del que habla Carlos Monsiváis, en su texto Elogio (innecesario) de los libros, es ahora el centro de atención de los usuarios. Si bien las nuevas tecnologías no han desplazado el material impreso en su totalidad, si han logrado la convivencia con éste.
En la actualidad para la mayoría de los niños, es aburrido leer. Y la escuela básica no implementa las medidas necesarias para contrarrestar este adjetivo peyorativo que lleva inherente la lectura.
El proceso de globalización ha permeado la forma de enseñanza en el estudiante, pues aunque se sigue hablando, y escribiendo, el amor a la imagen en algunos casos es superior.
Aunque prolifera la idea de que la tecnología tiene consecuencias favorables, también existen las no favorables. Entre las cuales está, que la literatura tendrá dificultades para ser entendida y al mismo tiempo logrará que información sea desinformación, debido a la saturación de está, que no por ser vasta, garantiza calidad de contenido.
Cada día los profesores tendrán que dar más puntos extras a los alumnos para acercarlos a la lectura y los trabajos piratas estarán aun más a la orden del día. En fin muchos son los obstáculos, pero muchas serán las ventajas.
Lo que se debe evitar es una disyuntiva entre el medio impreso y el audiovisual, pues ambos generan posibilidades específicas en distintos tiempos y contextos.
Por otro lado, es preciso que los gobiernos den oportunidad de acercamiento al libro, no sólo como un bien de consumo, sino como un bien que a largo plazo originará capacidades insospechadas en los lectores.
Estos tendrán que tener derecho a una educación integral, en la que no se olvide, la lectura en conjunción con las nuevas tecnologías. Pero siempre privilegiando que el contenido de la información otorgue al individuo, llámese niño, joven o adulto, características favorables para su desarrollo.
El acercamiento a la lectura no debe ser algo de riesgo, ni en el que se piense; es pérdida de tiempo. Todo lo contrario; desde la filosofía, hasta las ciencias exactas, la interpretación de textos y sus múltiples formas será digerible y cognoscente.
Ello con el único objetivo de generar frases como: Cada día sabemos más y entendemos menos de Albert Einstein
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