domingo, 11 de abril de 2010

De la corrección a la comprensión

Una de las misiones de la empresa editorial es vender, y también dar a conocer las diferentes formas en que puede expresarse el ser humano. Los textos publicados hablan del autor y de su forma peculiar de entender el mundo a través del lenguaje. De hecho las palabras adquieren diferentes significados con el paso del tiempo, éstas tienen construcciones diversas por parte de quienes las utilizan. Ejemplo de ello son las frases hechas como “vaso de agua”, “levantar un acta” etc. Que son parte de nuestra vida cotidiana que no deben ser entendidas en el sentido estricto sino debe dárseles contexto y ser flexibles con ellas.
Algunos vocablos simplemente sufren transformaciones que no deben ser criticadas, sino más bien responder a la descripción de cada uno de ellos. Dentro de las apropiaciones también está la que se refiere a la adopción de anglicismos, que de igual forma no deben ser satanizados, en tanto, que sólo cumplan la función necesaria y no acogerlos si se desconoce su correspondencia en el español.
Sin embargo, la mayoría de las veces está adaptación se da por imitación, por la inferioridad que sentimos los mexicanos ante otros idiomas (extranjero), que nos remiten al estatus económico que representan ante el mundo. Mientras nuestro lenguaje responda a esas carencias será difícil. Aunque es igualmente válido retomarlas, pues reflejan la posición socioeconómica que se ocupa o la que desea ocupar.
“Nadie debe decirnos cómo debería ser la lengua, sino cómo es” en el caso de las empresas editoriales, éstas deben responder a una cultura amplia para poder discernir en estas cuestiones. El corrector de estilo debe adentrarse en la lectura ya no como mero placer estético, sino también analizarla como fuente inagotable de conocimiento que dará amplio criterio a la hora de corregir un texto.

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